Lo llaman el paraíso de los globos, pero más bien parece el infierno. Tan solo asoman su colorido rostro y una mano se encarga de hacerlos petar y convertirlos en un destello de color. ¿Adivinas quién es esa mano? Sí, tú, que tendrás que hacer estallar el máximo de globos en el escaso tiempo del que dispones.